¿Ha dicho usted «encierro»?

Esta palabra, pronunciada innumerables veces en todo el mundo desde el comienzo de este año y vivida por otras tantas personas, ha provocado desastres humanos, sociológicos, psicológicos, sanitarios, económicos, etc. cuyo alcance se desvelará en los próximos meses, pero ha generado también un flujo excepcional de generosidad, tanto espiritual como corporal. Por un breve momento, «volvamos la medalla» (una de las expresiones famosas de San Vicente de Paúl) y atrevámonos a proyectar una mirada de esperanza …

El personal sanitario en primera línea de la batalla fue alentado con entusiasmo por la población en numerosas ciudades de Francia: todas las noches a las ocho en punto, los aplausos, alegres sonidos de instrumentos improvisados resonaron en calles enteras expresando su apoyo y solidaridad y mostrando su agradecimiento por la profesionalidad y dedicación de los trabajadores sanitarios. Más concretamente, les llevaban comida y regalos; para aliviar las demandas de su trabajo se organizó el cuidado de sus hijos.

Recordamos a aquellos cuyos trabajos demostraron ser esenciales para la supervivencia de los demás: cajeros, panaderos, recolectores de basura … que nunca dejaron de trabajar.

Para mantener la moral se organizaron también momentos de relajación. De hecho, vivir en un departamento o tener un jardín no da la misma impresión de encierro. Algunos han sido creativos, desde balcones o terrazas, animaban juegos, cantaban canciones populares o tocaban canciones religiosas y seculares escritas especialmente para la ocasión que invitaban a otros a bailar; un soplo de aire fresco antes de regresar dentro de cuatro paredes …

A las personas vulnerables y aisladas se les prestó atención a través de iniciativas individuales, asociaciones, parroquias, escuelas …: compras, llamadas telefónicas, cartas, comidas, contacto con los servicios sociales; personal de la salud, seminaristas y jóvenes voluntarios se confinaron voluntariamente en algunas instituciones durante varias semanas para atender a las personas mayores y evitar las infecciones.

Los prisioneros no han sido olvidados: un número gratuito ha permitido ser escuchados las 24 horas del día.

Los 7 días de la semana, la Diócesis de París, en colaboración con el Ayuntamiento de la capital y la participación de más de 500 voluntarios, distribuyeron paquetes de comida para personas sin hogar; Se prepararon más de 1.400 comidas empaquetadas diariamente a través de los esfuerzos de una escuela secundaria de renombre en París.

Muchos propietarios aplazaron el pago de los alquileres de sus inquilinos e incluso cancelaron las tarifas por el arrendamiento de establecimientos comerciales …

Pero, «¡no solo de pan vive el hombre»! Las iglesias permanecieron abiertas para que quienes salían a comprar sus necesidades básicas pudieran hacer una breve visita en el tiempo permitido.

Todos los medios técnicos de comunicación se han aprovechado para ofrecer alimento espiritual: la Eucaristía en directo o retransmitida, todo tipo de oraciones: alabanza, Rosario, Adoración del Santísimo Sacramento, Vía crucis, retiros … Para la fiesta de la Anunciación (el pasado 25 de marzo), se encendieron velas colocándolas en las ventanas y en toda Francia sonaron las campanas de las iglesias.

En el post encierro, ¿continuaremos desplegando esta creatividad, este compromiso, este celo, esta fe, esta capacidad de cuidar a los demás?

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