L’Escale Luisa de Marillac en Fresnes, una experiencia de Ephata

Entre el miedo y la confusión que a menudo golpean a los familiares de los detenidos, están las Hijas de la Caridad; cuatro Hermanas y algunos voluntarios mantienen las puertas y el corazón abiertos a las familias de los detenidos. Desde la llegada de las dos primeras Hijas de la Caridad a Fresnes en 1755 para cuidar de los enfermos y enseñar a los niños, la Compañía, impulsada por el Espíritu, no ha dejado de abrirse a la llamada continua de Cristo en los pobres. Sor Madeleine en las ambulancias, otra Hermana en el lavadero, algunas en la puerta, en el dispensario, en la escuela de niñas… todo esto en colaboración con los habitantes de Fresnes: nada menos que dos comunidades en la misma calle.

Casa de acogida para personas excarceladas

En 1904, tras la separación de la Iglesia y el Estado (Ley Combes), las Hermanas acogieron a un centenar de niñas. La entonces Hermana Sirviente, Sor Carola, obtuvo permiso para mantener la casa abierta. En agradecimiento, mandó hacer una llave para simbolizar la apertura que colocó al pie de la estatua de la Virgen en la capilla de la Comunidad. Desde entonces, la «apertura» se ha mantenido en el corazón de los proyectos comunitarios de las Hijas de la Caridad en Fresnes.

Casa de la Comunidad y para las familias de los detenidos

Hoy, una comunidad multicultural de cuatro Hermanas anima el trabajo de L’Escale Luisa de Marillac e intenta vivir el Ephata a diario. L’Escale es un refugio y alojamiento seguros, un remanso de paz para las familias de los detenidos en las prisiones de Fresnes, Fleury-Merogis u otros centros penitenciarios de la región de la Ile de Francia. Acogemos principalmente a familias de provincias de más de 200 km de París o de otros países.

Tania, nuestra residente actual

L’Escale se inauguró en agosto de 1989 en respuesta a una llamada de las familias de los detenidos. Desde entonces, las puertas siempre han estado abiertas; la Comunidad vive al ritmo de las salas de visita en las cárceles para ofrecer un lugar donde las familias puedan descansar y dejar su carga antes y / o después de una visita difícil a un familiar preso. Sobre todo, es necesario salvaguardar los lazos emocionales y familiares que pueden romperse durante el encarcelamiento, el juicio y la liberación porque la prisión desestabiliza y debilita los lazos familiares. La idea de abrir L’Escale fue muy controvertida en ese momento porque el ambiente carcelario provocaba miedo. Para las Hermanas, se trataba de derribar los muros del miedo con la audacia de la caridad para abrirse, acercarse y encontrarse con estas familias.

La Comunidad, a lo largo del tiempo, ha tenido que adaptarse según los acontecimientos para poder responder a las necesidades del momento permaneciendo atenta y abierta a nuevos retos. Durante este período de pandemia, se han recibido otras llamadas individuales o de consejeros de libertad condicional e integración y asociaciones colaboradoras que trabajan en los centros penitenciarios, con solicitudes de acogida de liberados, personas en situaciones muy precarias y migrantes en busca de ayuda, a corto o largo plazo en función de las necesidades.

Vivir en una misión así exige una vida enraizada en la oración, una conversación de corazón a corazón con el Señor que continuamente nos dice: En verdad os digo, todo lo que hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños a mí me lo hiciste (Mt 25,40). Como María, nos llama a estar siempre atentos para satisfacer las necesidades de las personas independientemente de sus creencias, razas o culturas, a escucharlas y, a menudo, a permanecer en silencio y hablar solo con un simple gesto o una sonrisa porque las palabras pueden sonar huecas, ininteligibles e inútiles ante la profundidad de sus tragedias familiares: «¡Ánimo, soy yo!» (cf. Mt 14,27).

 El jardín

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