Hijas de la Caridad, Mártires del siglo XX

En España, entre 1936 y 1939, se produjo una cruel persecución religiosa en la que fueron asesinados, 13 obispos, 5.255 sacerdotes y 2.669 religiosos y muchos laicos católicos. Cientos han sido ya beatificados, otros han sido canonizados. Y todavía son muchos los que esperan la hora del reconocimiento oficial de su martirio. El domingo 13 de octubre de 2013, tendrá lugar, en Tarragona (España), la beatificación de un grupo numeroso de testigos de la Fe, aproximadamente 500, entre ellos 27 Hijas de la Caridad y una hija de María que será beatificada con nuestras Hermanas.

Habían vivido totalmente entregadas a Dios para servirle en los pobres, fieles al Evangelio y al carisma de la Compañía. Sabían que cualquier día se podía cumplir la profecía de Jesús:

“Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros.”

(Jn 15,20)

Mártires de la fe

Viendo venir la persecución, rezaron con fe para pedir la fuerza del Espíritu Santo. Y todas se sintieron fortalecidas y alimentadas con la fuerza de la Eucaristía que las preparó para ser Testigos de la Fe, la Esperanza y la Caridad. Su delito fue ser Hijas de la Caridad dedicadas a sanar, curar, educar, acoger, orientar y hacer el bien como Jesús de Nazaret. No había ninguna implicación política, fueron perseguidas por su condición de mujeres consagradas a Dios, por ser Hijas de la Caridad.

La sangre de estas Hermanas fue semillero de vocaciones en los treinta años siguientes a su martirio. Esperamos que el conocimiento de estas testigos de la fe abra nuevos surcos y germinen nuevas semillas de Fe y Caridad. Se trata de cambiar el rumbo del materialismo y comodidad por senderos de fe y felicidad en la entrega personal, “dejándolo todo” para ser apóstoles de Caridad.

Estos son sus nombres, lugares de misión y fecha de su martirio:

De Leganés (Madrid), Colegio La Inmaculada († 12.08.1936): Sor M. Adoración Cortés, Sor María S. Díaz-Pardo y Sor Estefanía Saldaña. Del Hospital psiquiátrico Santa Isabel: Sor M. Dolores Barroso y Sor Asunción Mayoral (ésta se había refugiado allí, pero procedía del Asilo de ciegos de Madrid)

Del Hospital antituberculoso El Neveral de Jaén, son perseguidas y mueren fusiladas en el “tren de la muerte” al que las subieron, a su llegada a Madrid en el pueblo de Vallecas († 12.08.1936): Sor Ramona Cao Fernández y Sor Juana Pérez Abascal.

Del Asilo San Eugenio de Valencia, refugiadas en Puzol (Valencia) en la casa familiar de una compañera donde celebraron la Eucaristía con un franciscano acogido. Esta fue la causa de su muerte († 18.08.1936): Sor Rosario Ciércoles, Sor Mª Luisa Bermúdez y Sor Micaela Hernán.

De la Casa Misericordia de Albacete, expulsadas por las autoridades y amenazadas de muerte, se refugiaron en Madrid, en la casa de un pariente de la superiora. Tres de ellas buscaron ayuda en casa de otro familiar en Vallecas. No fueron recibidas y si martirizadas brutalmente († 03.09.1936): Sor Dolores Caro, Sor Andrea Calle y Sor Concepción Pérez Giral.

Del Hospital y Escuelas de Segorbe (Castellón), expulsada la comunidad, se refugiaron en la casa de una antigua alumna. Sor Martina Vázquez, superiora allí durante muchos años, rogó a la hora del prendimiento que dejasen libres a sus compañeras y fue escuchada. Sólo ella fue martirizada († 04.10.1936).

Del Hospital general de Valencia, expulsada y disuelta la comunidad, Sor Josefa Martínez Pérez se refugió en su casa familiar de Alberique (Valencia). Su familia es perseguida y ella se ofrece a morir por su hermana viuda que esperaba un hijo, su marido había sido ya fusilado. Aceptado su ofrecimiento muere mártir de la Fe y la Caridad († 15.10.1936).

De la Casa Beneficencia de Valencia las Hermanas fueron echadas de la Comunidad. Algunas se refugiaron en la casa familiar de una compañera. En ella estaban acogidos y refugiados dos sacerdotes. A diario celebraban la Eucaristía clandestinamente. Este fue su delito y la causa de su martirio en Gilet (Valencia) de Sor Joaquina Rey y Sor Victoria Arregui († 29.10.1936).

Del Hospital maternal Santa Cristina de Madrid fueron martirizadas Sor Modesta Moro Briz y Sor Pilar Isabel Sánchez Suarez. Refugiadas en una pensión del centro de Madrid, deseaban con ardor celebrar la Eucaristía en la fiesta de Todos los Santos. Al salir para poder participar en la santa Misa fueron detenidas y condenadas a morir por un Tribunal popular (31.10.1936).

De los Hospitales de Atocha y Carabanchel de Madrid fueron perseguidas y fusiladas Sor Josefa Gironés Arteta y Sor Lorenza Díaz Bolaños. El motivo de su martirio es la fidelidad a su Fe y a su vocación, ante propuestas inmorales de los perseguidores († 22.11.1936).

Del Colegio el Carmen de Bétera (Valencia), cuya comunidad fue duramente perseguida. Buscaron refugio en una pensión de Valencia. Dolores Broseta, Hija de María, les llevaba a diario la comida que les preparaban las antiguas alumnas de Bétera, alternándose con otra buena compañera. Un día la siguieron quienes andaban buscando a las Hermanas para fusilarlas. Y asesinaron a la Comunidad: Sor Josefa Laborra, Sor Carmen Rodríguez Barazal, Sor Estefanía Irisarri, Sor Pilar Nalda, Sor Isidora Izquierdo y a Mª Dolores Broseta. († 09.12.1936).

De Puerto Rico a Madrid y de Madrid al Cielo: Sor Gaudencia Benavidaes Herrero, tras un tiempo largo de misionera en Puerto Rico, llegó a España para ser atendida de su enfermedad cardiaca. Identificada como religiosa, fue detenida. Estuvo en tres cárceles diferentes donde sufrió malos tratos. Su cuerpo se llenó de heridas y al serle negada la atención médica necesaria, murió dando testimonio de Jesucristo y perdonando a los perseguidores († 11.02.1937).

Así murieron nuestras mártires: confesando a Jesucristo con valor, perdonando a los perseguidores y poniendo su vida en manos del Padre Dios. Dieron testimonio de Cristo, de su vida, de sus acciones y del valor del seguimiento de sus enseñanzas. Prefirieron morir antes que renunciar a ellas. Por eso la Iglesia los va a beatificar, para que nosotros aprendamos a vivir nuestra fe con la misma firmeza y valentía.