Alegría Desbordante

Me llamo Ana, tengo 39 años y soy Hija de la Caridad desde hace 17. Actualmente vivo y desempeño mi servicio en La Cocina Económica de Santander junto con otras 11 hermanas de comunidad.

Me contaba mi madre que en mis primeros días de vida ella solía cantarme: “Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre…”, hasta que me quedaba dormida. Pero mi primer recuerdo vivo de Dios se remonta a los diez años de edad. Por aquel entonces, en el colegio me tocó aprenderme y recitar un poema a Jesús, lo que suponía para mí un gran reto y una preocupación, dada mi timidez de niña. Si cierro los ojos me veo noche tras noche ensayando a solas en mi habitación hasta que de pronto, una de aquellas noches, mientras le hablaba a Jesús con palabras de algún poeta español, me vi sorprendida por una alegría grandísima que me tuvo en vela hasta el día siguiente.

Aquella experiencia infantil quedó escondida dentro de mí, pero me dejó dentro la certeza de que Dios vivía y estaba conmigo. Aun así los años pasaron volando y no fue hasta la adolescencia cuando comenzó a despertar en mí un mundo de preguntas, dudas e inquietudes. Hiciera lo que hiciera no encontraba sentido en nada… los estudios, la música, el ballet, el piano, las fiestas, los amigos… Hasta que sin esperarlo, en una convivencia con jóvenes de JMV, de nuevo me sorprendió aquella alegría desbordante que conocí a los diez años. Esta alegría, que para mí ya tenía el rostro de Dios, hizo que me implicara de lleno en mil actividades, encuentros, campamentos, voluntariados, catequesis… Era tal el deseo que tenía de conocer más al Señor que no me importaba lo que los demás pudieran pensar de mí, hasta que yo misma me asusté al descubrirme tan identificada con la vida de las Hermanas y con su servicio a los Pobres. Constantemente me alejaba de ellas y me volvía a acercar, pues me daba cuenta de que, cuando estaba lejos, mi alegría se apagaba. Así que después de muchas dudas y muchos miedos me atreví a decirle SÍ al Señor, convencida de que me llamaba a seguirle sirviéndole en los más Pobres. La verdad es que esos días viví una auténtica Anunciación: andando por las calles, de camino a la Universidad o de vuelta de la discoteca, viendo la televisión o desayunando … en cualquier momento me tengo de arrepentimiento sobrecogido por la certeza de que Dios me esperaba para entregarme a los Pobres. Constantemente me alejaba de ellas y me volvía a acercar, pues me daba cuenta de que, cuando estaba lejos, mi alegría se apagaba. Así que después de muchas dudas y muchos miedos me atreví a decirle SÍ al Señor, convencida de que me llamaba a seguirle sirviéndole en los más Pobres. La verdad es que aquellos días viví una auténtica Anunciación: andando por las calles, de camino a la Universidad o de vuelta de la discoteca, viendo la televisión o desayunando…en cualquier momento me sentía de repente sobrecogida por la certeza de que Dios me esperaba para entregarme a los Pobres.

No fueron fáciles los comienzos ni tampoco han faltado dificultades y equivocaciones durante todos estos años en la Compañía, pero aquella experiencia de haber sido llamada por ÉL es la que me sostiene y da sentido a mi vida.

Nunca imaginé que mi camino como Hija de la Caridad estaría tan lleno de experiencias: los ancianos, las personas sin hogar, los menores tutelados, la pastoral juvenil…y la infinidad de personas que a diario acuden a la casa en la que vivo ahora, la Cocina Económica. Es un regalo vivir aquí, rodeada de los Pobres todos los días, y cuestionada constantemente por sus realidades de pobreza y sufrimiento. Muchas veces, al terminar la jornada y reunirme en la capilla con mis hermanas no puedo dejar de preguntarme: ¿Por qué ellos tienen que sufrir las injusticias que provocamos todos? No encuentro respuesta, pero lo que sigo escuchando con claridad es la llamada de Jesús a vivir enteramente a su servicio. Yo sé que ÉL, a pesar de mi fragilidad y de mis muchos desaciertos, me guarda en sus manos y permanece siempre fiel llenando mi vida con su alegría desbordante.

Sor Ana Rivero, Hija de la Caridad