“Descálzate, es tierra sagrada”

Estas palabras marcan nuestra misión en Marrakech. Descalzarse, entrar de puntillas hacia el otro. Nos encontramos con personas que no sólo han perdido una casa, sino también a sus hijos, a sus padres, y esto es tierra sagrada, porque ahí está el Señor. Hay que entrar de puntillas, poco a poco, sin avasallar, para no hacer más daño. No es mucho lo que se puede hacer, pero intentamos hacerles más llevadero el día a día. Acompañar, ser presencia, abrazar.

En septiembre, el terremoto que azotó una parte de Marruecos nos conmovió y nos lanzó a ofrecernos para apoyar en las labores que la Iglesia de Marrakech ya había iniciado. Las Hijas de la Caridad servimos a nuestros hermanos marroquíes desde hace muchos años, por lo que sentimos una gran solidaridad hacia ellos en esta catástrofe. La Compañía reaccionó con agilidad y, con el apoyo de todas las Visitadoras de España y la Consejera General, se formó una Comunidad interprovincial itinerante de urgencia formada por Hermanas de las Comunidades de Melilla, Nador y Temara. En los primeros momentos, fueron las Hermanas de la Comunidad de Temara las que se acercaron para ver las necesidades más urgentes y la manera de ayudar. El 29 de septiembre, es decir, 20 días después del terremoto, llegamos el primer grupo de Hermanas de la Comunidad itinerante.

Los comienzos son lo más complicado, pero también es lo que tiene más encanto porque es ir viendo y descubriendo. Lo primero que intentamos fue conocer lo que ya Cáritas en Marrakech estaba llevando a cabo e integrarnos en este movimiento que ya había. Nos encontramos con un grupo de voluntarios que se encargaban de hacer la clasificación de todos los donativos que iban llegando, de ropa, de medicina, de alimentos… Otro grupo llevaba las cosas a la montaña y nosotras empezamos a entrar en esa dinámica y a conocer los lugares. Se han formado varios grupos dentro de Cáritas Seísmo: logística, construcción de viviendas prefabricadas, acompañamiento de personas enfermas…A nosotras nos han pedido integrarnos en este último, aunque cada día atendemos a muchas necesidades de todo tipo.

El problema de este terremoto es que no ha sido en un lugar concreto, ha afectado a muchísimos poblados y ciudades de la montaña de Marrakech, por lo tanto, hay mucha dispersión. Es imposible llegar a todo, pero vamos descubriendo cada vez más lugares que necesitan ayuda. Aquí hay 20 familias, allí 50, en otro lugar 80… y cuanto más arriba de la montaña, más incomunicado está el poblado, menos ayudas están llegando. Son las mismas personas de los lugares que visitamos las que nos informan de otros poblados que ellos conocen por sus familiares y que todavía no han recibido ayuda. Hacemos que nos acompañen y vamos descubriendo nuevos lugares de misión. Cuando llegamos a ellos, vemos las distintas necesidades. A veces llegamos a sitios en los que todavía no tienen baños portátiles. Lo hablamos en las reuniones del equipo de Cáritas e intentamos proporcionar esos baños…  Nos encontramos con casos de personas enfermas, necesidad de alimentos, de mantas…

Todos los días subimos a la montaña, menos los domingos. Y el ir cada día nos permite encontrarnos con nuevas situaciones y acompañar las que ya conocíamos. El poblado más cercano al que acudimos está a una hora en coche desde Marrakech y el más lejano a tres. En las semanas posteriores al seísmo, acudieron muchas organizaciones y asociaciones de ayuda, pero con el tiempo, todas esas asociaciones se van marchando. La gente dice que somos de los pocos que quedamos con ellos.

Lo que más nos impacta de la realidad que vivimos es la resiliencia de estas personas, la manera que tiene este pueblo de acoger la realidad que le toca vivir. Cuando hay una catástrofe, la mayoría de las veces le toca a la gente más pobre. Ya eran personas y familias vulnerables que vivían el día a día como podían y ahora se han quedado sin nada. Y tratan de seguir adelante. Impacta ver cómo a día de hoy siguen las casas tal cual quedaron el día del terremoto. Todavía quedan muchos lugares donde no han empezado a quitar los escombros o derribar las casas que están a punto de caerse. Desde que ha comenzado el invierno, la gente, en la montaña, al vivir en tiendas de campaña, por haber perdido sus casas, están soportando temperaturas de 0 grados…. Nos admira la acogida de la gente, que cuando vamos, sin conocernos, aun cuando no llevamos nada y vamos solamente para conocer la realidad, nos acogen y nos invitan a compartir lo poco que tienen, que suele ser un poquito de té y pan.

Hay algunos casos que nos han tocado especialmente el corazón:

  • Guita es una mujer de 30 años con la que hemos creado lazos. La casaron muy joven y tuvo un hijo. Se divorció y vivía desde entonces con sus padres y su hijo. Un ejemplo de familia luchadora. Ella y su madre trabajaban limpiando casas para sacar adelante a su padre, siempre enfermo, y a su hijo. Habían logrado construir una vivienda con el sudor de su frente. En el terremoto fallecieron su padre y su hijo. Tiene una gran necesidad de ser acompañada en el duelo y de expresar lo que vivió, cómo se quedó atrapada bajo los escombros, rodeada de agua y tierra, cómo oyó el último suspiro de su hijo y a su padre agonizar. Ella ya se puso en manos de Dios, preparándose para partir también. Al escuchar esto, se nos rompe el alma, sólo queda abrazar ese dolor y acompañar esa vida que sigue adelante.
  • Hussein es un niño de 11 años que en el terremoto perdió a sus padres, a su hermano y a su hermana. Quedó aprisionado debajo de las ruinas de su casa durante toda la noche y debido a la presión que sufrió por el peso de los escombros, sus órganos quedaron paralizados. Le hicieron una diálisis de urgencia en el hospital, donde ha estado ingresado mes y medio. Vivía en la montaña, a una hora y media de Marrakech y cuando salió del hospital fue a vivir con su tía en Marrakech. Estamos viendo en él señales de resurrección se le están buscando todos los medios: fisioterapeuta, traumatólogo, neurólogo, psicólogo…para que este niño pueda volverse a levantar, ya que quedó sin poder andar, con un brazo totalmente inmovilizado. Ver cómo este niño va sonriendo, queriendo jugar, haciéndose a su nueva vida…nos llena de alegría, ya que este pequeño nos cautivó desde el primer día. Como es forofo del Real Madrid, hemos escrito a este equipo contando su situación y nos han prometido que nos enviarán un regalo para él.

A pesar del sufrimiento, porque se sufre mucho al ver de cerca tanto dolor, creemos que como Hijas de la Caridad es una suerte el estar aquí, servir a los más vulnerables, ser presencia en medio de ellos. Es un privilegio estar aquí, aunque el corazón duela, porque, como se dice, “el darse entraña el riesgo del cariño”. Y cuando te das y quieres a las personas, y ves como sufren, el corazón duele.

Este año, en nuestra pequeña capilla que hemos puesto en la sala de estar, hemos hecho un pesebre con las piedras de la casa caída de ese niño, Hussein (donde murió toda su familia). Ése es el pesebre, y el niño Jesús en medio. La frase que hemos puesto es: “Dios con nosotros”. Dios con nosotros en cada una de las personas que han perdido a su gente, que han perdido sus cosas, que lo han perdido todo. Ahí está Dios con nosotros y nosotras queremos estar con Él y desde ese encuentro dejar que nuestra vida se llene más de la Suya. ¡Que seamos así cada vez más de Él en nuestros hermanos que más sufren!

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